CON SENTIDO DE COMUNIDAD

Estándar

Tener un Sentido de Comunidad  resulta de vital importancia para cualquier animal social. Ser parte de  la seguridad que proporciona el poder del grupo se convierte en una cuestión de vida o muerte. Reducir el grado de vulnerabilidad ante los depredadores, sentir confianza y resguardo en el entorno; proporciona al sistema emocional de cualquier animal social la tranquilidad necesaria para continuar adelante con la tarea de supervivir.

Para el animal social llamado Humano, el Sentido de Comunidad se constituye en una autentica Necesidad Vital. Nuestra natural condición gregaria, hace que la vida en Comunidad nos sea tan necesaria como dormir o comer. En gran medida nuestro equilibrio tanto físico como mental depende de sentirnos identificados, apoyados, acompañados y pertenecientes a algo más grande o más fuerte que nosotros mismos. Asimismo, la Comunidad representa el ámbito más idóneo para desarrollar Habilidades Afectivas interpersonales sociogrupales, que le permiten al individuo actuar basado en actitudes y valores tales como la cooperación, la empatía, la asertividad, la reciprocidad, la generosidad, la responsabilidad, el respeto, la solidaridad, etc.

Este Sentido de Comunidad -se supone- debería  ser proporcionado inicialmente por el primer grupo en el que participamos, nuestro grupo familiar. Allí deberíamos encontrar claramente definido un sistema de creencias, afectos y prácticas compartidas, con las cuales pudiéramos sentirnos plenamente identificados. Pero la realidad muestra que la institución familiar es cada vez más frágil e inexperta con respecto a  la forma de suministrar un auténtico Sentido de Comunidad.

Ahora que pienso en todo esto, llegan a mi memoria los escritos de una pareja de esposos y honorables prospectivistas que aprecio enormemente por los valiosos aportes que le han hecho a nuestro trabajo, Alvin y Heidi Toffler. A propósito de la importancia del Sentido de Comunidad ellos señalan que: “Toda sociedad debe engendrar un sentimiento de comunidad. La comunidad excluye la soledad. Da a la gente una sensación vitalmente necesaria de pertenencia. Sin embargo, actualmente las instituciones de las que depende la comunidad se están desmoronando. (…) El resultado es una plaga, en constante aumento, la soledad. (…) No obstante, la comunidad exige algo más que lazos emocionalmente satisfactorios entre los individuos, requiere también fuertes lazos de lealtad. Del mismo modo que echan de menos la compañía de otros individuos, millones de personas se sienten hoy igualmente alejadas de las instituciones de que forman parte. Anhelan instituciones dignas de su respeto, su afecto y su lealtad. (…)

Cuanto más individualizados somos, más difícil nos resulta encontrar un compañero o un amante que tenga los mismos intereses y aficiones, valores, horarios y gustos. Los amigos son también más difíciles de abordar.  (…) El resultado es la formación de muchas relaciones mal armonizadas. O la ausencia total de relaciones.”[1]

Tener un Sentido de Comunidad se constituye en una imperiosa necesidad humana, que de no ser satisfecha lleva al individuo a sentirse profundamente solo, desamparado e intranquilo; instintivamente sabemos que al no contar con el apoyo de una Comunidad, somos mucho más vulnerables a los desafíos propios del Vivir y Convivir. Sin un Sentido de Comunidad la vida pierde su sabor y color original, la vida se vuelve insípida y gris.

Con Sentido de Comunidad

Todas estas inquietudes venían rondando en nuestras mentes y  poco  a poco fuimos comprendiendo que si tanto nos inquietaba esta realidad, pues teníamos la responsabilidad de contribuir en algo para transformarla. Aun recuerdo con claridad aquella tarde en la que después de una caminata a la montaña y de largas conversaciones, concluimos que todo el trabajo que estábamos haciendo y queríamos  llegar a hacer con la Formación Afectiva, no debía desarrollarse en el marco de una fundación, ni de un centro de formación como alguna vez pensamos. Sino en el marco de una Comunidad. A partir de ese momento cobro pleno sentido la COMUNIDAD FORMATIVA  EL TALLER. Una Comunidad que gira en torno a una Doctrina: la AFECTOLOGÍA. Esta tiene como objeto de estudio el Sistema Afectivo Humano. Su principal función es la de permitirnos aprehender a Vivir y a Convivir. La llevamos a la práctica ejerciendo el Oficio de la Formación Afectiva.

Esta es una de nuestras principales motivaciones, trabajar para que nuestra Comunidad pueda crecer. Pero no descontroladamente, tenemos prácticas artesanas y por lo tanto creemos en el crecimiento controlado. Queremos hacerla crecer hasta completar solamente 88 miembros. Ese es nuestro objetivo, una Comunidad de 88 Formadores Afectivos. Quienes a su vez tendrán la posibilidad de crear su propia Comunidad de Formadores Afectivos.

En Comunidad

Actualmente contamos con la presencia de valiosos seres humanos que le han ido aportando a esta construcción desde sus vivencias y saberes. Por ejemplo, quiero mencionar a Aura; una mujer valiente, persistente, perseverante, maternal, cálida, comprometida y muy hábil para vivir. Mary; una mujer afable, respetuosa, generosa, solidaria y con mucho temple y paciencia para sortear los desafíos que la vida le ha impuesto. Cony; una mujer autodidacta, estratégica, de amabilidad perenne, sensible, afectuosa, enérgica, llena de ganas de existir y aportarle a los demás. Estas tres mujeres tienen algo en común que me llama la atención: son mujeres que se han hecho a sí mismas, son mujeres que han sabido sortear hábilmente las dificultades que les ha planteado la vida y han encontrado  en éstas oportunidades para avanzar.

En Comunidad

Martín; un hombre noble, muy perseverante, exigente consigo mismo, lleno de voluntad, disciplina y dedicación con sus compromisos. Diana; una mujer inquieta por encontrarse consigo misma y sensible frente a la importancia de llegar a tener un satisfactorio desempeño en los roles de pareja y crianza. Gladys; una mujer benevolente, llena de esperanza, paciencia y fortaleza para tomar decisiones trascendentales. También  están parejas como Erika y Luis;  una pareja que ha manifestado su deseo de formarse para llegar a desempeñarsen como Formadores Afectivos de Pareja. Olga y Walter; una pareja con la que nos hemos identificado debido a que la principal causa de sus conflictos nosotros también la hemos vivido. Y  jóvenes como Juan Pablo, Melany, Damian, Sander y otros con quienes tenemos planes de trabajar en colegios haciendo obras de teatro mientras practicamos la Formación Afectiva. Por otra parte, están los casos de orientación en su etapa inicial y cuyas historias le aportan considerablemente a nuestras vivencias y experiencias.

En fin, desde tiempos remotos la vida en comunidad le ha permitido a nuestra especie evolucionar, la razón es sencilla y practica: <<la vida en Comunidad propicia la cooperación>>. Siempre será mejor cooperar que competir. La cooperación al interior de una Comunidad se ve representada principalmente en el incremento de los Recursos Afectivos (vínculos), Cognitivos (conocimientos) y  Materiales (dinero), de cada uno de sus miembros.

Uno de nuestros principales propósitos con la COMUNIDAD FORMATIVA EL TALLER, es contribuir con el Desarrollo Afectivo, construir conocimiento colectivo y mediante el Oficio del Formador Afectivo incrementar los ingresos económicos de sus miembros.  Nos asiste la plena convicción que con trabajo, dedicación y absoluto compromiso poco a poco este propósito será una grandiosa y feliz realidad. Por ahora solo resta decir: ¡¡¡Que viva y siga viviendo la COMUNIDAD FORMATIVA EL TALLER, nuestra sociedad la necesita con urgencia!!!


[1] La Tercera Ola. Alvin Toffler.Pag.355,357